En nuestro país, la informalidad es pan de cada día, está en la oficina, en los clientes, en los proveedores, en la competencia. Tendemos a justificarla de distintas formas: que la carga laboral es muy alta, que los impuestos nos dejan sin utilidad, que mi empresa es muy pequeña, etc.
La realidad es que la informalidad solo trae desorden, desmotivación, y una serie de aspectos negativos que perjudican no sólo a la empresa sino a su entorno, no importa el grado de informalidad que se tenga, igual en el largo plazo te daña.
Hace unas semanas, conversando del tema con el propietario de una empresa familiar, nos comentaba como ha ido reduciendo la informalidad dentro de su negocio en el rubro de construcción, tanto a nivel laboral, como en el registro de las ventas. Por un lado, se sentía orgulloso de estarlo logrando, pero, por otro lado, el hacerlo le generaba conflictos con los otros miembros de la familia, que no comprendían los beneficios que esto podría traer, le comentamos que más que beneficios el ser formal te ayuda a crecer, y sobretodo reduce los riesgos.
Decidimos hacer una prueba y analizamos el área financiera y contable, revisamos el flujo de caja, revisamos su registro de ventas, en fin, algo de información que pudiera darnos un panorama sobre en qué medida podría afectarle seguir siendo informal, grande fue la sorpresa de todos cuando descubrimos serios faltantes de dinero, cuentas que no cuadraban, registros mal elaborados, y una serie de datos que no coincidían con la realidad que se tenía. Tener un 15% de informalidad, le ocasionaba pérdidas no registradas mayores al supuesto ahorro.
Al presentar el análisis a los demás miembros de la familia la sorpresa fue mayor, y la decisión de formalizarse al 100% se tomó de manera inmediata. Cuando un negocio llega a un tamaño considerable, la informalidad no le permite tener mecanismos de control eficientes y el desorden dificulta el crecimiento y la apropiada toma de decisiones.
Con información de Gestión
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