Mi realidad no es “la realidad”, solo es mi realidad,
La realidad está integrada por la suma de todas las realidades.
Un grupo de ciegos escuchó que un extraño animal, llamado elefante, había sido traído al pueblo, pero ninguno de ellos era consciente de su figura y forma. Por curiosidad, dijeron: «Hay que inspeccionarlo y conocerlo al tacto, de lo que somos capaces». Entonces, lo buscaron, y cuando lo encontraron, lo buscaron a tientas. La primera persona, cuya mano se posó en la trompa, dijo: «Este ser es como una serpiente gruesa». Para otro cuya mano llegaba a su oreja, dijo que parecía una especie de abanico. En cuanto a otra persona, cuya mano estaba sobre su pata, dijo, el elefante es un pilar como el tronco de un árbol. El ciego que puso su mano en su costado dijo que el elefante «es una pared». Otro que sintió su cola, lo describió como una cuerda. El último sintió su colmillo, indicando que el elefante es lo que es duro, liso y como una lanza. (https://es.wikipedia.org/wiki/Los_ciegos_y_el_elefante).
Esta parábola originaria de la India, que podría parecer un excelente ejemplo para mostrar lo que son las diferencias de percepciones individuales, puede servirnos también para entender los diversos entendimientos de las personas en una empresa. Si substituímos en la parábola el elefante por la empresa y los ciegos por directivos; entonces tenemos el prefecto escenario para platicar de un “nuevo ejemplo”.
El empleado familiar, que acaba de entrar, egresado de la gran universidad prestigiada y emblemática, puede percibir que no valoran sus aportaciones. El viejo director, fundador, abuelo del muchacho percibe que sus aportaciones, aún que interesantes están fuera de la realidad, en un aspecto muy “teórico” y moderno, que no le queda claro si funcionarán o no. Por otro lado, la mamá del muchacho, hija del fundador y encargada de relaciones públicas de la empresa, piensa que el abuelo es demasiado duro con su hijo y además el papá (su esposo) no hace nada. Ella piensa que como su esposo trabaja en otro lugar, no le importa lo que pase en la empresa. De hecho opina que lo mejor para su hijo, sería entrar a trabajar a una empresa multinacional, organizada y sólida, dónde el muchacho tuviera proyección.
¿Anécdota? ¿Casos de la vida real? O ¿Simple parodia? La realidad es que este escenario, no está muy lejos de la realidad. Analicemos brevemente lo descrito. Podemos ver que lo que cada uno de los personajes de esta historia comentó es una percepción. No hay un indicador, una evaluación, un argumento, un estudio o un análisis formal. No hay tampoco un planteamiento del problema (si es que fuera un problema) como caso de estudio.
Lo que sucede normalmente a continuación de una serie de sentimientos de este tipo, es que entra en funcionamiento la red de poder informal. Esta es la red emocional familiar que opera en paralelo a la familia, dónde los integrantes explotan su posición familiar para lograr o influir en que las cosas sucedan o dejen de suceder. Si bien este esquema no se puede evitar, si se puede minimizar su efecto “negativo” al tener la empresa institucionalizada: todo en orden, reglas claras y acuerdos explícitos.
Entonces, en resumen, ¿qué debemos hacer cuando nos enfrentamos a un “coctél” empresarial familiar de este tipo? Lo primero será establecer un enunciado que describa claramente el problema. A partir de ahí determinar cuáles son los jugadores involucrados, para después determinar los hechos que sustentan el problema. Determinar el fondo del problema y quitar las formas. Y a partir de ahí determinar acciones en el contexto de la empresa que funcionen acorde al plan de la empresa.
Revisa los puntos para quitar lo superficial (forma) de los esencial (fondo), en este artículo anterior:
Ahora si el problema realmente no es de la empresa y cae en la arena familiar, más que en la empresarial; entonces estaremos hablando de otra historia.
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